#sigueelsendero

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Era la tarde de un viernes de inicios de septiembre si mal
no recuerdo, alargadas aún con el sol en el firmamento.
Nuestro punto de partida comenzaría en el mirador de
Andén Verde pasando el Risco de Agaete y el acantilado
del Faneque, lugar del que ya te hablamos en el
comienzo de estas aventuras. Dejamos el vehículo cerca
del acceso por la carretera de tierra de la finca de Tirma.
Ahora bien,debo decirte que recientemente la carretera
sentido hacia la Aldea se ha cerrado definitivamente a
causa de los continuos desprendimientos, si decides
configurar esta ruta deberás de hacer más kilómetros
desde el punto de partida.
Este lugar del que te hablo es un lugar precioso, desde
allí puedes divisar a unos seiscientos metros en desnivel
descendente desde donde está lo que se conoce en
geología como isla baja conformada por sucesivos
procesos erosivos, estructuras de depósitos arenosos
y desprendimientos gravitacionales o derrubios
progresivos provenientes de esta zona donde los
acantilas dominas ese entorno.
La tarde estaba despejada y el tiempo agradable se
proyectaba con fuerza la imagen de Tenerife nuestra
isla vecina desde el Oeste, el padre de David nos
había facilitado una información más que factible del
estado de la mar y las horas del cambio de pleamar,
era importante este dato pues para acceder a la única
playa que tiene Artenara se ha de tener en cuenta caso
contrario fuera de esas horas quedaría prácticamente
cubierta por el agua.
Iniciamos el descenso desde este punto y todo él hasta
la playa es bastante pronunciado salvo la parte de la
isla baja, en estas alturas superiores donde estábamos
ahora nos acompañarían tabaybas y el rabo de gato,
este último se ha asentado con fuerza y sin control en
todos estos lugares desplazando incluso a especies
autóctonas.
Llegamos a una construcción derruida conocida como
la casa de Job en un lugar idóneo para disfrutar de
las vistas del Puerto de las Nieves y la inmensidad
del Faneque y desde allí tras varios pasos algo más
expuestos en alturas donde debes tener controlado el
vértigo seguimos descendiendo hasta comenzar la base
de esta base del litoral donde la vegetación, aquí las
tabaybas eran acompañadas por hermoso cardones y
que hermosura era divisar a lo lejos las sucesivas
montañas descendentes que configuran la llamada
cola del Dragón. Pronto llegábamos a las superficies
arenosas que conforman una gran extensión en este
lugar ,dejando atrás pequeños restos de construcciones
humanas igualmente derruidas. Seguimos avanzando
y se nos mostraban hermosas formas labradas en
arena petrificada y depósitos de sedimentos de todos
los tamaños, creando verdaderos muros de contención
que cuando los divises, si algún día decides ir, no serán
facilmente olvidables. Posteriormente tras continuar
nuestro recorrido entre rocas a lo largo de la costa
llegábamos a la playa de Artenara, encontrándose la
marea muy baja, aprovechamos para darnos un baño
en un lugar aislado, limpio, diferente y único. Pasamos
un rato disfrutando de este hermoso enclave, desde
este luga tan especial se mostraba con hermosura el
Puerto de las Nieves y el resto de la costa de Agaete con
Guayedra y la desembocadura del barranco de la Palma
entre otros. Iniciamos la vuelta describiendo el mismo
trayecto, pero con una notable diferencia que también
quedaría almacenada en mi memoria. Era el momento
del ascenso, cientos y cientos de metros en ascenso
continuo con fuerte desnivel pero ahora todo era a la
inversa y para mí sobre todo en el tramo final pasando
aquella casa de Job fue especialmente duro, también he
de decirte que me sirvió para ir conociendo esos límites
que servirían como experiencia para las aventuras que
después vendrían.